Hasta hace poco hemos oído que el éxito de una persona podía ser fruto de su cociente intelectual, pero ¿estamos de acuerdo con esta idea?

Cuando tomamos decisiones en nuestro día a día, ¿las ejecutamos en base, y únicamente, a nuestro razonamiento lógico, o, intervienen más elementos?; ¿estudiamos, matemáticamente, los resultados que obtendremos si elegimos una opción u otra, o, nos dejamos llevar por alguna sensación, intuición o sentimiento? En este caso, se puede decir que las emociones juegan un papel muy importante en la determinación de nuestros actos y relaciones (personales, laborales…)

Con estas cuestiones quiero hacer reflexionar sobre la relevancia de la IE (Inteligencia Emocional) en las aulas.

Actualmente, lo coherente es desarrollar una educación del siglo XXI, caracterizada por brindar al alumnado herramientas, estrategias y recursos que desplieguen habilidades requeridas en la sociedad que habita. Una enseñanza que ayude al educando a comprender qué sucede en su mente y en su cuerpo cuando afronta una dificultad, para así poder superarla de la mejor forma que sabe o puede, sin que ello le genere frustración, ansiedad, agobio… pudiendo dar incluso una respuesta creativa.

Sigamos reflexionando: cuando nuestro alumnado de último curso de la ESO acuda a una entrevista de trabajo, ¿qué aspectos de su persona valorará más la empresa: sus conocimientos o su actitud trabajar en equipo y comunicarse asertivamente? Somos conscientes del valor del conocimiento, de la formación, de la especialización. Entendemos el peso de las diferentes capacidades en un educando. Sin embargo, ¿somos conocedores de la envergadura del crecimiento de otros componentes de la educación emocional como: el autoconocimiento, el autocontrol, la automotivación, la empatía y las habilidades sociales?

Se puede poseer un CI (Coeficiente Intelectual) muy alto y, como consecuencia, una claridad y facilidad mental para la invención de nuevas aportaciones a nuestro mundo; pero, si no están desarrolladas las destrezas adecuadas para así poder transmitirlo, ¿qué servicios obtendría la sociedad? Los robots son inteligentes. Pueden trabajar y realizar operaciones que les asignemos. Los humanos también somos perspicaces, pues hemos sido los creadores de éstos, sin embargo, las máquinas no tienen emociones, no presentan capacidad de juicio propio.

Con todo esto, queremos hacer referencia al equilibro, a la formación integral del alumnado. No existe el todo o nada. No existe el todo negro o todo blanco. Igual de importante es el fomento del desarrollo cognitivo como el emocional.

Desde EIM learning, hemos elaborado un ebook para identificar y trabajar las emociones con el alumnado. Esta guía práctica contempla diferentes aspectos como: qué es una emoción, cuáles son las emociones básicas, la IE en el currículo y, por último, cómo Progrentis, una de nuestras soluciones, ayuda al progreso de la IE.

Para acceder al ebook haz click aquí.

Mar Carrasco

Asesora Pedagógica EIM learning

Categorías: Educación

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